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Más que celebrar la Navidad anunciemos al Rey que nació
La ocasión es, no contender con la gente, sino resaltar la verdad del nacimiento de Cristo entre tanta falsedad.
Si algo es indiscutible a estas alturas del siglo 21 es que nuestro Señor y Rey no nació este mes y menos por la fuerza el 25 de diciembre para que quieran ‘redimir’ o ‘cristianizar’ las diversas fiestas paganas que se han venido celebrando ese día a lo largo de la historia y que derivaron en la Saturnalia o día del Sol Invicto, hasta que el cristianismo paganizado del siglo IV las anexo a las ‘celebraciones’ de la iglesia, sin autorización de la Biblia, lo cual de facto las descalifica para todo aquel creyente apegado a las Sagradas Escrituras.
Nuestra intención es aprovechar esta celebración que hasta los musulmanes (por lo menos en Occidente) resaltan, aunque con intenciones mercantilistas, obviamente; para anunciar al nacido en la única Navidad que hubo y su misión en favor de aquellos que creen en Jesús.
El mundo celebra y hasta dan por festivo el 25 de diciembre, pero si usted se fija en la manera que lo celebran y los personajes que destacan, no tiene nada que ver con Jesús.
Ni las luces, ni el arbolito, ni la nieve (porque cómo hacen quienes viven en el centro y sur del planeta que en esta fecha no tienen nieve), y mucho menos el viejo gordo, barbudo, bonachón, vestido de rojo y acompañado por duendecillos (que realmente son demonios) de orejas puntiagudas y gorrito roji-verdes, llamado San Nicolás, Papá Noel o Santa Claus, cuyo origen nadie conoce con precisión por ser una leyenda y que el mundo codicioso idolatra, ¿qué tiene que ver todo eso con el nacimiento de Jesús?
Tampoco los angelitos regordetes y semidesnudos de Miguel Ángel, ni el trineo, ni los renos que se morirían de calor en diciembre en el centro y sur de la tierra, ni las campanas que son de data posterior al nacimiento de Cristo y totalmente de origen y uso religioso no bíblico; mucho menos las ofertas de ocasión, ni las vidrieras adornadas, nada, absolutamente nada de eso tiene que ver con el nacimiento de Jesucristo, del cual sí nos hablan claramente el evangelio de Mateo y Lucas.
Sin embargo, la ocasión se presta a la perfección, no para contender con la gente, sino para resaltar la verdad del nacimiento de Cristo entre tanta falsedad; nos toca evangelizar a los festejantes y devolver a Jesús al centro de la misma y a la importancia de su nacimiento. «El Verbo se hizo carne [tabernaculizó], y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14).
Cuando el mundo inconverso celebra el nacimiento de Jesús, está dando testimonio contra sí mismo de que Dios envió un Salvador, y que ellos lo saben, pero no les importa su mensaje. Quien celebra la Navidad da por cierto que Jesús nació de manera sobrenatural como lo anticiparon los profetas, lo cual los pone en una posición de juicio ante Dios, pues nunca podrán decir que no oyeron hablar del Mesías Salvador que un día vino al mundo a través de una mujer virgen con la misión y la unción para predicar, morir en la cruz por nuestros pecados y resucitar al tercer día para la victoria de quienes creen en Él como dicen las Escrituras.
Eso nos recuerda una ocasión cuando el Señor enseñaba; «luego Jesús les dijo otra vez: —Yo me voy, y me buscarán; pero en su pecado morirán. A donde yo voy ustedes no pueden ir... Por esto les dije que morirán en sus pecados; porque a menos que crean que Yo Soy, en sus pecados morirán» (Juan 8:21,24).
Entonces, celebrar Su nacimiento, pero sin buscarle con un corazón arrepentido y aceptar su salvación por gracia, no es más que una vana celebración que arrojará argumentos condenatorios sobre la humanidad; porque eso significa que festejan en su nombre, mas no quieren nada con Él, realmente no creen en Cristo y «en sus pecados morirán» sin posibilidad alguna de salvación.
Un día delante de Dios no podrán decir que no sabían del Salvador que nació en Belén. A la Iglesia le corresponde darle el verdadero sentido a la Navidad, la Navidad es Jesús, Él es el centro de la celebración navideña, es su natividad la que supuestamente celebran.
La Biblia enseña que «el ángel les dijo [a los pastores]: “No teman, que les traigo una buena noticia, que será para todo el pueblo motivo de mucha alegría. Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Hallarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”» (Lucas 2:10-12); el que nació fue Jesucristo no San Nicolás, sin más adornos que pañales y un comedero de animales, nada de esa parafernalia moderna que no tiene que ver con el Salvador y Rey que nació.
La Navidad como celebración del nacimiento de Jesús, aunque no es una fecha precisa, tiene sentido para los creyentes, quienes podemos gozarnos de manera especial por la salvación que nos ha llegado en Jesucristo y, al mismo tiempo, anunciar a la humanidad la alegría y la liberación del pecado que proporciona la salvación que Él conquistó para quienes en Él creen (Juan 3:16).