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El propósito del Señor es ganar

Él venció en la cruz del Calvario y pelea por cada alma. No fue a la cruz a perder almas, sino a ganarlas.

Muchos creen, entre ellos los cristianos, que porque la maldad en el mundo es tanta y que cuando se predica a Cristo muchas veces la gente no cree al momento, la cantidad de los salvos será ínfima en comparación con los que irán a eterna condenación; no obstante, la Biblia dice que la misericordia de Dios es grande.

La Palabra de Dios dice: «Porque como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven allá sino después de haber saciado la tierra y de haberla hecho germinar, producir y dar semilla al que siembra y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para lo cual la envié» (Isaías 55:10-11), esta porción bíblica tiene ricas enseñanzas con respecto al tema a tratar, veámoslas.

Las Escrituras aseguran que Dios nos conoce desde antes de la fundación del mundo y que Él mismo nos forma en el vientre de nuestra madre, por lo que desde que nacemos ya traemos una declaración de Dios para nuestra vida, muchos están marcados para salvación (predestinados); dicha declaración no volverá al Señor sin alcanzar el propósito para el cual Él la envió. La Palabra de Dios viene de la eternidad y terminará en la eternidad habiendo cumplido el propósito para el cual Dios la envió a la tierra.

Cuando Dios envía una palabra para alguien esta se cumplirá tarde o temprano. La palabra de Dios tiene poder sobre el tiempo ‘cronos’ (el que usamos nosotros) y sobre el tiempo ‘kayros’ (el tiempo de Dios que no se mide humanamente); su Palabra permanece para siempre y regresa a Él con su cumplimiento, «nunca vuelve vacía».

«Porque: “Todo hombre es como la hierba, y toda su gloria es como una flor. La hierba se seca, y la flor se marchita, pero la palabra del Señor permanece para siempre”. Y estas son las buenas noticias que se les han anunciado» (1ª Pedro 1:24-25). Esas buenas noticias que se anuncian son el Evangelio, las cuales el Espíritu Santo siempre le recordará al receptor de las mismas por la Palabra que se le predicó en alguna oportunidad.

Por eso nuestro Señor nos ordenó predicar siempre el evangelio, que es la semilla que cae en el corazón de la persona que recibe el mensaje, y germinará y dará fruto en el tiempo de Dios (kayros). El apóstol Pablo nos ordena al respecto: «Predica la palabra; mantente dispuesto a tiempo y fuera de tiempo; convence, reprende y exhorta con toda paciencia y enseñanza» (2ª Timoteo 4:2).

Muchas veces nos frustramos porque predicamos y no vemos la conversión de la persona, pero resulta que la Palabra salió de la boca de Dios y dará el fruto que Él señaló en su tiempo.

A veces las personas reciben a Cristo como su Señor y Salvador en el lecho de muerte y son salvas en el último momento, porque la palabra que Dios dio no vuelve a Él vacía, sino que trae consigo al cielo el alma de quien la confesó. El mejor ejemplo lo tenemos en el malhechor crucificado junto con el Señor que fue salvo poco antes de morir.

En el caso de nuestra familia tenemos la promesa de salvación para cada integrante de ella: «cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa» (Hechos 16:31); oremos por ellos y prediquémosles y Dios cumplirá su promesa, aunque sea en el último minuto de sus vidas.

La salvación de Dios es integral para la familia, Él declaró esa palabra y no volverá a Él vacía. La Biblia expresa: «Porque el esposo no creyente es santificado en la esposa, y la esposa no creyente en el creyente. De otra manera sus hijos serían impuros, pero ahora son santos» (1ª Corintios 7:14). Al ser la pareja «una sola carne», hay promesa de salvación para el cónyuge no creyente y para los hijos, no importa cómo los veas hoy (cronos) la Palabra de Dios es poderosa, y en el tiempo de Dios (kayros) se cumplirá; haz tu parte y cree que Dios hará la suya, para Dios ya ellos están en su presencia eterna, aunque para nosotros hoy no lo estén; su palabra no volverá vacía.

El propósito del Señor no es perder, Él ganó en la cruz del Calvario, por lo tanto, Él pelea por cada alma. Jesús no fue a la cruz a perder almas, sino a ganarlas.

En el cielo nos vamos a llevar muchas sorpresas porque veremos gente que pensamos que jamás serían salvas, sin embargo, a la hora de morir suceden muchas cosas inexplicables para nosotros, porque la misericordia de Dios es muy grande y el Espíritu Santo les recuerda lo que un día les predicaron y les quedó sembrado en sus almas, lo cual no volverá vacío.

De ello dan testimonio la inmensa mayoría de quienes murieron y regresaron a la vida porque no era su hora de partir, cada uno de ellos cuenta cosas que vio y oyó en la eternidad que corroboran lo que dice la Biblia.

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